La agricultura familiar no tiene que ser sinónimo de indigencia

Por José Calderón Torres

Una casita en el campo, tres niños, gallinas alrededor de sus vidas, sus propios cultivos y, para colmo, un bosque de pinos… una familia hermosa. Parecería un cuento de hadas, pero es mucho más que eso.

Detrás del paisaje de ensueño hay trabajo duro y la pareja Melo-Bellido -que empezó hace algunos años a las alturas de Virocochasi, en Echarati, Cusco- Lo sabe.

Empezaron prácticamente sin nada, tenían un pequeño terreno lleno de maleza, pero se propusieron una meta: dejar atrás la pobreza y ganar lo suficiente para gozar de una vida cómoda, un seguro para la vejez y educación como un trampolín en la vida de los chicos.

Esta no es más que una de las tantas historias de las familias que decidieron poblar las alturas de Viracochasi, tierra extraña, donde el hierro despunta de la tierra junto a cafetos ahora rodeados de bosques.

El magnetismo, la fuerza de la zona, son el hierro de esta familia encaminada en la agroforestería, finalmente correa de transmisión de modernidad, que los llevará del vacío al pleno.

Es el nuevo campo, con gente que lo intenta todo, que aprovecha el saber, moderno.

Los duros inicios

Visitamos a esta familia y ese día hay cierto alborozo en la casa ante la llegada del Ing. Jenry Aimituma Laucata, residente del Proyecto Forestal Agua Dulce, de la zona forestal de Kiteni, que interviene en los sectores Viracochasi, Santoato, Coshireni, Progreso, Cirialo, Aguadulce y Duchicela en la selva alta de Cusco.

La familia Melo Bellido ganó el derecho a ser beneficiaria del proyecto por su ostensible vocación agroforestal. Primero trabajaban para otros. Dejaron de trabajar para otros y se decidieron aprovechar ese terrenito abandonado que tenían.

Sin nada, empezaron a cultivar sus propios alimentos. Fueron años durísimos los primeros. La alimentación era de sobrevivencia… se alimentaban solo de uncucha, una especie de yuca del trópico húmedo.

A pulso limpiaron toda la floresta, un trabajo titánico. Objetivo, cultivar café. ¿Pero dónde conseguir almácigos de café si eran tan caros? No tenían dinero ni para alimentarse , menos para comprar semillas.

Idearon una manera: pedir a sus vecinos que les regalen los brotes que crecían alrededor de sus plantas de café . Ellos se encargaban de «limpiar» los campos de sus vecinos y tomaban para sí lo que otros no necesitaban.

Así llegaron a sembrar su chacra, y con muchos cuidados lograron que las plantas crecieran hermosas.

Al observar la prolijidad de su campo, instituciones como el Proyecto Forestal Agua Dulce , no tardaron en llegar a proponerles nuevos emprendimientos en la seguridad de que todo lo que hicieran lo harían bien.

Así, entraron en la agoforestería: Pinos. El Proyecto ha entrado para mejorarlo, potenciarlo y ampliarlo.

“Beneficiarios así nos alientan y desafían a ser mejores”, dice Aimituma.

Así fue creciendo la familia Melo Bellido que al observar el éxito de sus cafés logró comprar terreno de sus vecinos pues de dieron cuenta de que no solo el café es un buen negocio, también la fruta.

Los niños, a estudiar

Los tres hijos van a la escuela de alternancia local. Allí pasan 15 días protegidos por techo y con alimentos, nutriéndose de los conocimientos que cualquier chico de una ciudad podría tener, pero a la vez, educándose en tareas muy especializadas vinculadas al campo. Al regresar a casa deberán ayudar con sus nuevos conocimientos agronómicos a sus padres en la chacra. 

Si pasan la primaria, irán al colegio de educación secundaria, construido en las cercanías de la casa, en estos lejanos parajes donde es raro ver un centro educativo tan moderno.

Quizás ni ellos lo perciben, pero el bombardeo de conocimientos se ha naturalizado en el lugar, donde los que han aprovechado esto han hecho que el campo alcance otro ritmo, quizás cercano a las ciudades.

Aimituma explica que los beneficiarios en agroforestería como esta familia trabajan intensamente y han convertido sus tierras en bosques agroforestales con pinos distribuidos en una densidad de 5 x 5 m y plantaciones de café asociado  con 2.2 a 1.5 mts. de distancia.

El proyecto tiene una zona de intervención en Viracochasi, Santoato, Koshireri, Progreso, Cirialo, Duchicela, Tutiruyoc y Agua Dulce.  Carmen Rosa y Juan Carlos Melo Merma, son ejemplo de  unidad familiar, sin descuidar la educación de sus  hijos.

Juan Carlos, no solamente ama la agroforestería y el café. Quiso ser futbolista profesional. Lo intentó. Su parecido con el jugador de futbol brasilero Ronaldinho es asombroso. Es un fanático del balón, lo que explica el nombre de su pequeño hijo bautizado como Neymar.

Melo no se detiene y quiere ser campeón en cafés de calidad y como tal ha acudido al mejor ejemplo de cultivos y procesos de cafés finos, su admirado colega caficultor, Dwihgt Aguilar, el campeón de la Taza de Excelencia del 2018, damos por descontado que lo logrará.

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