Gobernanza productiva: el pacto pendiente entre agro y minería

Por: Alfonso Velásquez, ex ministro de la Producción

El Perú ha vivido dos  revoluciones económicas en paralelo.

Por un lado, la agroexportación, con apenas 250 mil hectáreas, conquistó los mercados del mundo y convirtió al país en potencia en uvas, paltas y arándanos.
Por otro lado, la minería mantiene el peso mayor en divisas, inversión y recaudación fiscal.

Dos motores, dos éxitos. Pero cada uno corriendo por su carril.
Y en el medio, la pobreza intacta en muchas regiones, la desigualdad que se ensancha, la conflictividad que no cesa.

¿Por qué agro y minería no han sabido caminar juntos?

Hoy tenemos una oportunidad. La nueva Ley de Promoción Agraria, en su artículo 14, crea un incentivo para que las grandes empresas exportadoras compren a pequeños productores organizados. Es un mecanismo que puede ser revolucionario: formaliza, articula y abre mercado.
Pero solo funcionará si los actores deciden usarlo como palanca de cambio.

Aquí entra la minería. Durante años, las compañías mineras han impulsado proyectos productivos en sus zonas de influencia. Los Premios ProActivo muestran más de 500 iniciativas en ocho años. Pero seamos francos: la mayoría quedó en piloto. Buenas intenciones, poca escala, casi nada de mercado.

¿Hasta cuándo seguiremos en lo asistencial?

Perú no puede darse ese lujo. Perumín debe ser el escenario para cambiar el discurso: de la filantropía al valor compartido, de la foto en la revista al encadenamiento productivo real.

¿Qué proponemos?
Que la minería financie infraestructura, capacitación y logística en sus entornos.
Que la agroindustria garantice mercado, estándares y exportación.
Que el Estado ponga la cancha: formalización, certificaciones, seguridad jurídica.
Y que los productores rurales se conviertan en socios y proveedores, no en receptores pasivos de ayuda.

Ese es el verdadero pacto de gobernanza productiva.

Imaginemos el resultado: corredores productivos donde la palta de la costa se acopia en centros construidos con inversión minera; café y cacao de la selva alta que encuentran compradores gracias a exportadoras; hortalizas y frutales de comunidades mineras que viajan a los mercados internacionales con certificaciones conjuntas de sostenibilidad.

¿Utopía? No. Es estrategia.
Es tomar dos motores probados —minería y agroindustria— y hacerlos trabajar en sincronía para cercar la pobreza.
Es convertir la riqueza del subsuelo y la riqueza de la tierra en un mismo proyecto de país.

Perumín tiene que escuchar este desafío.
El futuro del Perú no está en repetir recetas ni en mantener sectores aislados.
Está en atreverse a construir un modelo peruano de gobernanza productiva, donde cada tonelada de cobre y cada caja de arándanos signifiquen más empleo, más ingresos y más bienestar en las regiones.

El agro ya demostró que puede.
La minería tiene los recursos.
Falta la decisión de unirlos.

Ese es el reto que necesitamos sobre la mesa:
¿seguiremos caminando en paralelo, o construiremos juntos el verdadero pacto productivo que el Perú necesita?

Fuente: Diario Expreso

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