El ruido político otra vez. Los sectores productivos son nuevamente mudos testigos de eventos políticos que impactan contra la tranquilidad para sembrar inversiones. Desde el destape de corrupción del caso Odebrecht en diciembre del 2016, pasando por el cambio de Presidente de la República, y ahora los destapes de la consabida corrupción en el Poder Judicial, llevamos al menos un año y medio de zozobra suficiente para espantar cualquier intención de invertir en el país.
En ese contexto, nos preocupa la inmovilidad de la economía. En agricultura los grandes proyectos siguen durmiendo el sueño eterno. Se gobierna para el corto plazo, con el temor a las encuestas, mientras cierta prensa dicta la pauta de la confrontación.
No se puede negar que el mal endémico de la corrupción lo contamina todo y que lo ideal sería extirparlo de raíz pero no podemos dispararnos a los pies ni mucho menos bajarnos todas las instituciones como quisiera el extremismo. Curar en Democracia sería lo más atinado para un país que no puede esperar más para volver a tomar el camino del crecimiento que empezó a estancarse con el pasado gobierno de los Humala-Heredia.
Un sector improductivo del país, siempre apetente de poder por vías no electorales, proclive a encender la mecha en las calles para seguir alimentando sus quimeras sin importarle la producción o el crecimiento de la economía o ir en perjuicio de los menos favorecidos, cobra vida cada día en titulares de una prensa irresponsable y revanchista más interesada en recuperar los privilegios pecuniarios que perdió.
Mientras tanto el sector productivo,los empresarios, si bien siguen trabajando, y en el caso de los agroexportadores, luchan por seguir ganando mercados, asumen una posición muy pasiva en esta circunstancia. El sector privado, sus gremios y asociaciones, debería manifestarse y decir de qué lado están, que con toda certeza creemos debe ser el de la estabilidad para el crecimiento económico.
De contar con ese apoyo tal vez el Ejecutivo tendría un norte más firme y no se dejaría marcar la pauta por cierta prensa y por políticos interesados en recuperar posiciones.
La situación ya es para preocuparse. demasiados proyectos paralizados como la represa de Paltiture , Chavimochic III, Chinecas, los proyectos mineros en el olvido desde el pasado gobierno: Conga (Cajamarca), Quellaveco (Moquegua), Tía María (Arequipa) y Río Blanco (Piura). La cotización del cobre – gran fuente de divisas para el Perú- dio un tremendo bajón. El café ha llegado casi a sus mínimos históricos, los pequeños agricultores aún no tienen una entidad financiera que los apoye y se pretende reflotar Agrobanco cambiándole de nombre con apenas S/. 1500 millones de soles de inversión, que esperamos no sea para pagar una planilla dorada como ya ocurrió antes en la mencionada entidad.
Moralización si, sabotaje no. Una cosa es extirpar la corrupción y otra petardear el sistema. No olvidemos que los que hoy piden disolver el Poder Judicial pedían disolver el Congreso y pedían también disolver el Ejecutivo llamando a nuevas elecciones cuando estalló el escándalo de PPK y Odebrecht.
¿Cuáles son las motivaciones de esos grupos que quieren sabotear al país? Sean las que fueren nos recuerdan mucho a las del extremismo terrorista de Sendero Luminoso que buscaba destruir el “sistema caduco” y pulverizar su economía para acentuar la pobreza y luego sembrar el caos y la muerte. Mantener la ecuanimidad y dejar que la Democracia active sus propias medidas de curación es lo más recomendable para recuperar el clima de confianza que nos permita encaminarnos otra vez hacia el crecimiento.