Por María Andrea Uscátegui, Directora Ejecutiva de Agrobio*
En las últimas semanas se han esgrimido algunas opiniones sobre las implicaciones que la extensión de la moratoria a los transgénicos puede tener para el país: desde la falta de opciones para los agricultores, pasando por la falta de apertura a tecnologías en cultivos, y rematando con la continuación en las afectaciones a la investigación nacional en mejoramiento de plantas con ingeniería genética.
Mientras Perú se alista para posiblemente continuar con quince años más de esta prohibición, un metaanálisis científico entrega un balance sobre los beneficios que un país vecino ha recibido tras quince años (2003-2018) de adopción de cultivos transgénicos: Colombia, un territorio que, al igual que Perú, tiene costa, selva y región andina, que también es uno de los más megadiversos del planeta, y que además también tiene dinámicas culturales arraigadas y complejas.
Desde 2003, Colombia ha sembrado más de un millón de hectáreas de maíz y algodón genéticamente modificado. En 2019 sembró un total de 100,256 hectáreas que equivalen al 90% del total de cultivos de algodón y el 42% de cultivos de maíz (tecnificado y de producción comercial) total en el país.
La historia de los agricultores colombianos ya se ha transformado por la adopción de cultivos transgénicos, pero no bajo los escenarios catastróficos que se han dibujado desde la opinión. Según dicho estudio, la evidencia del impacto de los quince años de adopción de cultivos genéticamente modificados (GM) apunta a una contribución positiva para la agricultura y para los desafíos ambientales que esta enfrenta en Colombia.
Los agricultores lograron aumentar sus ingresos en $301,7 millones de dólares durante estos quince años. También ha significado un aumento en la productividad. Para ilustrar, si la tecnología de maíz GM no hubiera estado disponible para los agricultores colombianos en 2018, mantener los niveles de producción para este año utilizando tecnología convencional habría requerido la siembra de 11,240 hectáreas adicionales de tierra agrícola para el maíz.
Según el informe, lejos de tener impactos ambientales nocivos, se logró una reducción del 27% en el uso de insecticidas para cultivos de algodón GM, y del 65% para el maíz GM. El uso de herbicidas también ha experimentado una reducción del 5% y 22%, respectivamente.
En Colombia, ninguna de las terribles profecías se ha cumplido. Tras quince años el país no se ha convertido en un exportador de commodities como el maíz, pero sí ha encontrado en los cultivos transgénicos una herramienta para incrementar la producción, atender la demanda nacional, producir de una forma más amigable con el ambiente, y para mejorar las ganancias de los agricultores
Tampoco es agricultura exclusiva de grandes terratenientes: el porcentaje de pequeños agricultores que siembra maíz transgénico es de 61% y sólo el 31% son medianos productores. En el caso del algodón transgénico, el 82% de quienes siembran son considerados pequeños productores. Además, al igual que en Perú, los problemas de deforestación existen y obedecen a otros motivos que no involucran la siembra de transgénicos, entre esos, la ganadería, la minería ilegal y el narcotráfico.
Eso sucede porque el ingreso regulado de la tecnología de transgénicos llegó para que los agricultores tuvieran una opción más y su disponibilidad no ha alterado las dinámicas agrícolas ni culturales del país, pero sí le ha traído beneficios a quienes han optado por usarla, demostrando que se puede regular antes de prohibir.
Anualmente Perú importa grandes cantidades de maíz transgénico que además está presente en muchos de los productos procesados que hacen parte de las alacenas. ¿Por qué no darle la oportunidad a los agricultores nacionales de sembrarlo?
Tras más de 25 años de uso seguro a nivel internacional, la ciencia ha demostrado continuamente la seguridad de esta tecnología, así como los beneficios para los agricultores y el ambiente. Seguir prohibiendo que científicos puedan avanzar en investigaciones en plantas usando esta tecnología e impedir que agricultores accedan a ella argumentando afectaciones por el simple hecho de ser “transgénicos” no tiene ningún sentido.
* María Andrea Uscátegui es la Directora Ejecutiva de la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola, Agro-Bio para la región Andina.
Desde allí su trabajo profesional se ha centrado principalmente en brindar el soporte científico y asesoría a la labor educativa y de divulgación de la biotecnología agrícola moderna aplicada a plantas.
Realizó sus estudios profesionales de Microbiología Industrial en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, posteriormente realizó un Máster en Ciencias en Biotecnología en la Universidad Técnica de Hamburgo (Alemania). Cuenta con más de 10 años de experiencia
en el área de biotecnología y se ha desempeñado como investigadora en validación de ensayos inmunológicos en IBL Hamburg – Alemania, coordinadora de proyectos en Seeds Iceland – Islandia e investigadora del laboratorio de biología molecular del Centro de Investigación de la Acuicultura en Colombia , Ceniacua. Ha participado como especialista y asesora en comités del sector agrícola y biotecnológico, así como conferencista en diferentes eventos académicos y congresos a nivel nacional e
internacional.
2 thoughts on “El dilema de los 15 años: retraso para Perú, avances para otros”
también podemos realizar un referéndum, hay que evitar que nos sigan dominando y no lleven a la pobreza «que es un caldo de cultivo»
porque no realizamos un conversatorio a nivel nacional para evitar que la agricultura siga en retroceso en nuestro peru………………….lamentablemente hemos permitido que grupos de izquierda se apoderen de distintos sectores